Aunque ya no podemos imaginar París sin la Torre Eiffel, Gustave Eiffel tuvo que luchar para hacer realidad su torre de metal de 300 metros de altura, más tarde conocida como la Torre Eiffel. En 2023 rendimos homenaje a Gustave Eiffel con motivo del centenario de su muerte, y por eso queremos repasar aquí las batallas que tuvo que librar para sacar adelante su Torre, protagonista de numerosas polémicas incluso antes de que se construyera.
"Eiffel, cada vez más alto": si quiere saber más, venga a descubrir la increíble carrera por las alturas protagonizada por Gustave Eiffel a finales del siglo XIX en la exposición gratuita organizada en la explanada de la Torre Eiffel (abierta a todos, sin entrada), diseñada por Savin Yeatman-Eiffel, descendiente de Gustave Eiffel.
Rivalidades en la Exposición Universal de 1889
No estaba dicho que el proyecto de la torre de metal de Gustave Eiffel iba a resultar seleccionado. Pocos años antes de la Exposición Universal de 1889, nació la idea de construir una torre colosal que fuera la atracción principal de una Exposición que tendría importantes repercusiones para Francia: conmemorar el centenario de la Revolución francesa, adherir a la población y mostrar al mundo entero la excelencia francesa en ingeniería y técnicas industriales. Además, Eiffel tenía un gran rival: Jules Bourdais. Este respetado arquitecto estaba en el punto álgido de su carrera: acababa de ganar, junto con Gabriel Davioud, el concurso para construir el Palacio del Trocadero (hoy demolido y sustituido por el Palacio de Chaillot) que fue el colofón de la Exposición Universal de 1878.
Jules Bourdais presentó un proyecto rival: una torre monumental de 370 m de altura, en granito y pórfido, rematada por un potente faro, llamada la Colonne Soleil.
Dos proyectos antagónicos: la piedra contra el hierro; un arquitecto contra un ingeniero; un clásico contra una modernidad... El enfrentamiento se escenificó en la prensa, donde Eiffel y Bourdais movilizaron a sus respectivos partidarios. Enseguida, Gustave Eiffel insistió en su capacidad para construir su torre en un plazo realista y un coste razonable. También esgrimió un argumento patriótico y utilitario: la torre "será de gran utilidad para la ciencia y la defensa nacional".
Jules Bourdais tampoco tuvo reparos en promocionar su proyecto en la prensa. Pero carecía de credibilidad: ¿era realmente posible y económicamente razonable construir una torre de piedra tan alta? No estaba nada claro.
Sin embargo, en 1886, parecía que la balanza iba a inclinarse a favor de Jules Bourdais, apoyado por el nuevo Presidente del Consejo Charles de Freycinet. Pero Gustave Eiffel aún no había dicho su última palabra... Se dirigió a Edouard Lockroy, el nuevo Ministro de Comercio encargado de organizar la Exposición Universal de 1889. Poco convencido por el proyecto de Jules Bourdais, este aceptó los argumentos de Gustave Eiffel, quien además se comprometió a financiar la totalidad del proyecto a cambio de una concesión de explotación.
El 1 de mayo de 1886, el Ministro convoca un concurso para preparar la Exposición. Entre otras cosas, se invita a los concursantes a "estudiar la posibilidad de erigir en el Campo de Marte una torre de hierro de base cuadrada de 125 metros de lado y 300 metros de altura". Parece que este programa estaba hecho a medida para el proyecto de Gustave Eiffel. Jules Bourdais, cogido por sorpresa, participó sustituyendo la piedra por el hierro en su Colonne Soleil. El proyecto de Gustave Eiffel y su arquitecto Stephen Sauvestre ganó el concurso para construir la torre de 300 metros.
Protesta de artistas al inicio de las obras
Sin embargo, los problemas de Gustave Eiffel no habían terminado. Y tan pronto como ganó el concurso, su proyecto fue el blanco de muchos ataques. En primer lugar, los arquitectos estaban furiosos por que se hubiera elegido a un ingeniero para semejante proyecto. Luego sería el mundo del arte parisino el que se ensañaría con el proyecto al inicio de las obras.
El 14 de febrero de 1887 aparece en el periódico Le Temps la famosa "Protesta contra la Torre del Sr. Eiffel ", en la que se pedía al responsable de las obras de la Exposición que las paralizara de inmediato. El texto está firmado por grandes nombres del mundo artístico y literario: el compositor Charles Gounod, el escritor Guy de Maupassant, el escritor Alexandre Dumas hijo, el poeta François Coppée, así como por arquitectos clásicos como Charles Garnier, que diseñó la Ópera Garnier.
"Nosotros, escritores, pintores, escultores, arquitectos, entusiastas de la belleza hasta ahora intacta de París, venimos a protestar con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra indignación, en nombre del gusto francés anónimo, en nombre del arte y de la historia francesa amenazadas, contra la erección en pleno corazón de nuestra capital, de la inútil y monstruosa torre Eiffel, a la que la picaresca pública, a menudo poseedora de sentido común y espíritu de justicia, ya ha bautizado con el nombre de Torre de Babel".
Gustave Eiffel no tardó en responder a esta diatriba: "Creo, por mi parte, que la Torre tendrá su propia belleza [...] ¿Acaso las auténticas condiciones de la fuerza no son siempre compatibles con las condiciones secretas de la armonía? (...) Ahora bien, ¿cuál es la condición que yo he tenido en cuenta en lo relativo a la torre? La resistencia al viento. ¡Pues bien! Pretendo que las curvas de los cuatro pilares de la torre del monumento tales como el cálculo las ha determinado (...) darán una gran impresión de fuerza y belleza. (...) Además, lo colosal tiene un atractivo y un encanto propio".
Cabe señalar que el propio ingeniero también fue objeto de numerosas caricaturas en la prensa de la época.
¿A los parisinos no les gustaba la Torre Eiffel?
La construcción de esta gigantesca torre de hierro en pleno centro de París suscitó opiniones encontradas entre los parisinos, inicialmente algo escépticos por la estética de la Torre que se estaba construyendo. La influencia de los artistas, que no dejaron de hacer críticas, también alimentó la desconfianza de los habitantes de la capital francesa: "ese esqueleto de asedio" (Paul Verlaine); "esa trágica farola" (Léon Bloy); "mástil de hierro y sus rudos aparejos" (François Coppée)…
El célebre escritor Guy de Maupassant la describió como "un esqueleto gigante y desgarbado [...] que se malogra en un ridículo y delgado perfil de chimenea de fábrica". Una vez construida, el escritor se reafirmó en su aversión por la Dama de Hierro, declarando que iba a menudo a comer a la primera planta de la Torre Eiffel porque era el único lugar de la ciudad donde no la veía.
Sin embargo, el supuesto aborrecimiento de la Torre por parte de los parisinos tiene poco fundamento, más allá de la preocupación de los habitantes del Campo de Marte por sus casas. Un concejal de París que vivía cerca interpuso una demanda contra Gustave Eiffel, quien, para evitar el bloqueo de las obras, se declaró dispuesto a asumir personalmente todos los riesgos e indemnizar a los vecinos en caso de accidente. ¡Algo que no sucedió!
La Torre se abrió al público el 15 de mayo de 1889 y tuvo un éxito inmediato entre el público, tanto en Francia como en el extranjero, que le dio una acogida triunfal, desinflando al instante toda la polémica anterior. Algunos detractores incluso hicieron propósito de enmienda. La Torre Eiffel quedaría firmemente arraigada en el corazón de los parisinos, orgullosos de este símbolo de modernidad que luego se convertiría en el emblema de la ciudad.
La última batalla de Gustave Eiffel para conservar su Torre
Puede que la Torre Eiffel fuera la envidia del mundo, pero algunos de sus detractores, entre ellos el arquitecto Charles Garnier, le guardaban un amargo rencor. En 1894, se lanzó una nueva convocatoria de proyectos –en parte redactada por él– de cara a la Exposición Universal de 1900, que se celebraría de nuevo en París. Los candidatos tenían vía libre para modificar o incluso destruir la Torre Eiffel. Ningún proyecto –algunos especialmente descabellados– fue seleccionado, y la Torre permaneció intacta entre las espectaculares nuevas instalaciones de 1900.
La Torre sólo debía durar 20 años, gracias a la concesión de explotación que tenía Gustave Eiffel (hasta el 31 de diciembre de 1909), por lo que el peligro se acercaba, sobre todo porque el número de visitantes del monumento iba en descenso. En 1903 se planteó seriamente su demolición, ya que el Ayuntamiento de París quería reurbanizar el Campo de Marte. Al final, no se tomó la decisión de demolerla, pero Gustave Eiffel activó, financió y promovió todos los experimentos científicos que tenían lugar en la Torre: observación meteorológica, telegrafía sin hilos, caída de cuerpos y aerodinámica... Fue, pues, el interés científico de la torre más alta del mundo lo que la salvó de la destrucción. Y sobre todo su interés estratégico: en 1903, con el apoyo de Eiffel, el capitán Gustave Ferrié creó una red militar de telegrafía sin hilos, una técnica de comunicación en pleno desarrollo. El alcance de las señales TSF aumentó de año en año, y la importancia estratégica de la estación de la Torre Eiffel se hizo evidente en cuanto fue capaz de transmitir y recibir señales de larga distancia.
El 1 de enero de 1910, la concesión otorgada a Gustave Eiffel se renovó por 70 años. ¡La Torre Eiffel se salvó para siempre!